No siempre uno tiene la suerte de
decir que se va fuera de España a aprender inglés. Eso fue lo que me ocurrió el
verano pasado, después de que se me concediera una beca para estudiar en
Londres. Lo que no sabía era que allí me fuera a venir a las mil maravillas un
Seguro de Asistencia en Viaje que contraté antes de partir. Espero que estas
líneas sirvan para agradecer el trato, la tranquilidad y rapidez con la que
López Torrijos y Montalvá gestionó una situación desagradable, incluso pese a
estar a muchos kilómetros de distancia.
Así, y como era la primera vez
que tomaba un avión hacia Europa, hice caso a lo que muchos allegados me
recomendaron antes del viaje: “hazte un seguro por si te pasa algo, que cuesta
muy poco y luego viene de perlas”. Me decidí a contratar a contratar un Seguro
de Asistencia en Viaje a través de la mediación de López Torrijos y Montalvá,
sin saber, dicho sea de paso, de todos los beneficios que éste me brindaría en
el caso de que tuviese algún incidente durante mi periplo londinense.
Después de llegar a mi residencia
y adaptarme enseguida, la alegría no me duró mucho, ya que al quinto día de
estar allí tuve la mala suerte de doblarme un pie en un palmo de acera que estaba
mal pavimentado. Conclusión: esguince y el pie hinchado como un globo.
Nada más percatarme de que no
podía apoyar el pie, el encargado de mi residencia me acercó en coche hasta un
pequeño ambulatorio público del este de Londres, donde me hicieron poco más que
observarme la zona dañada y mandarme paracetamol después de pasarme una hora y
media esperando con mi tarjeta europea y rellenando los trámites pertinentes
por no ser ciudadano británico. Al llegar a casa pensé que quizá lo mejor que
podía hacer (además de ponerme hielo) para asegurarme que no tenía nada más
grave, era ponerme en contacto con mi seguro y contarles mi situación.
Ese mismo día, y después de una
sola llamada de teléfono, mi seguro consiguió que un taxi fuera a recogerme y que éste me llevase hasta un
hospital concertado por la compañía en Londres. Una vez llegué al hospital, la
situación había cambiado completamente a la de esa mañana: me atendieron en una
habitación con una sola cama correctamente equipada, además del que el trato
del médico fue fabuloso, explorando (como creo que debe hacerse, aunque no sea
médico), la zona dañada del tobillo. Además, me realizaron una radiografía del
pie, por la que me confirmaron que tenía un esguince de pie de grado 2, sin
rotura. Así, y pese al disgusto, y pensando que todavía me quedaban tres largas
semanas en Londres, recibí las muletas que me dieron gratuitamente en el
hospital y además me quedó la tranquilidad de que, según la radiografía, no
tenía nada roto. Otro taxi me dejó en la misma puerta de casa, y dicho sea de
paso, sin pagar ni una sola libra por ello porque todo había sido controlado y
gestionado por mi seguro.
Después de todo, he de decir que
la experiencia tampoco fue tan negativa, sobre todo sabiendo de la educación
que hacen gala los londinenses. De hecho todo el mundo se apartaba cada vez que
me disponía a entrar a un vagón de metro o a un autobús.
Por eso, mi balance y experiencia
con la contratación de este tipo de seguro fue excelente. De hecho, hace poco volví a salir de España y
contraté de nuevo un Seguro de Asistencia en Viaje, aunque por suerte no me
hizo falta. Por supuesto, mi experiencia ha servido a muchos compañeros de
clase y de trabajo que han salido de España. ¡Aunque creo que ellos no han
tenido tan mala suerte como yo!
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